
"El héroe de los Cármenes" es como se conoce a Migue, que vive
por y para su equipo de fútbol, el Granada C.F.
La historia de Miguel es verdaderamente sobrecogedora,
un chico granadino invidente que vive el fútbol como cualquier otra persona. Miguel, acude al estadio de Los Cármenes cada
15 días a animar al equipo de sus amores. Cualquier palabra se queda corta para
definir el poder de superación de este chico, que además de animar al equipo
rojiblanco, es capaz de realizar numerosos deportes.
Si hablamos de fútbol como
cuestión de orden identitario fuerte, éste es el mayor ejemplo. Un fiel
aficionado que ha salvado todas las "barreras" que la vida le ha ido
colocando. Ante esto, nos encontramos con una dimensión casi oculta del deporte
rey. Hablamos de fútbol como vehículo de integración social.
Todos conocíamos la cara A
de este deporte, pero ir más allá significa verlo como creencias, generador de
modelos de conducta social, de un lenguaje común, propio y aplicable en la
vida "real". Además, se reproducen comportamientos comunes y, se
imita y sigue a unos "referentes" de valores, más positivos que
negativos.
No debemos obviar, sin
embargo, la influencia contraproducente que puede provocar esta cultura del
fútbol. Como ejemplo, tenemos la distorsión y/o conflicto desde que se cruza la
estrecha línea entre espectáculo y radicalismo con tintes violentos.
A pesar de ello, en este
caso, nos encontramos con el fútbol más favorecedor: el de sentimiento de
pertenencia, de sentido y de identidad y, más enriquecedor aún; como terapia
para la integración social más eficiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario